Impacto de las secuelas cognitivas sobre la conducta y el funcionamiento social
Las secuelas, cognitivas y conductuales, del daño cerebral provocan problemas sociales y familiares. Las dificultades sociales ocasionan problemas más serios de ajuste, adaptación y rehabilitación que las alteraciones físicas, sensoriales y cognitivas.
Las características previas a la lesión, concretamente los problemas de abuso de sustancias (como el alcohol o las drogas), así como las habilidades sociales anteriores, se relacionan con el tipo de evolución posterior (Macmillan et al., 2002). Los trastornos psicosociales dependerán de diferentes variables, como la naturaleza y gravedad del daño cerebral, el estado premórbido y la relación con las dificultades neurológicas y cognitivas, así como de las demandas del entorno tras la lesión (Eslinger, 2002). Los problemas de habilidades sociales están relacionados con las alteraciones de estructuras del sistema frontolímbico, como el córtex prefrontal, el cingulado anterior, la ínsula y la amígdala (Bechara, Damasio, Tranel y Damasio, 1997).
Las habilidades sociales hacen referencia a las conductas que una persona realiza con otros individuos y mediante las cuales expresa sus propias emociones, actitudes y opiniones, respetando a los otros y de manera adecuada según la situación, que le ayudan a desenvolverse de forma adaptativa y solucionar problemas o prevenirlos. Se clasifican en básicas y específicas. Las habilidades básicas hacen referencia a conductas relacionadas con el lenguaje verbal y no verbal, como la postura, el contacto ocular, la distancia interpersonal, la capacidad de escuchar, etcétera. Las principales habilidades sociales específicas son la autorregulación, la autoconciencia, la sensibilidad social y la resolución de problemas. La capacidad de autorregulación se entiende como un continuo donde hay un polo negativo, en el que se situarían la abulia, la bradipsiquia, la pseudodepresión y la pérdida de interés social, y otro polo positivo, en el que se situarían la desinhibición social y la impulsividad (Eslinger, 2002). Los problemas del polo negativo y positivo provocarán problemas de interacción social. Las principales dificultades de autorregulación son los problemas de iniciación, inhibición, intensidad y duración de las interacciones sociales.
La autoconciencia, es decir, el conocimiento de uno mismo, es otra de las habilidades sociales específicas. Los problemas en esta área se relacionan con las lesiones del lóbulo frontal y se ponen de manifiesto al alterarse los mecanismos de feedback que permiten al individuo reconocer la diferencia entre las capacidades que tiene, las esperadas en las tareas por realizar y las relacionadas con las demandas del entorno (Dixon y Backman, 1999). Las personas que han sufrido un traumatismo craneoencefálico pueden presentar dificultades para reconocer los cambios en las capacidades de la propia persona, problemas para identificar las propias habilidades y debilidades, baja capacidad de tolerancia y frustración (Ownsworth y Clare, 2006).
La sensibilidad social hace referencia a la capacidad de reconocer las propias emociones y las de los demás, se relaciona con la empatía y asertividad. Con frecuencia las dificultades de habilidad social dan lugar a problemas de este tipo, tanto en el ámbito familiar como con el resto de entornos de la sociedad. Otra de las habilidades sociales específicas sería la capacidad para solucionar los problemas. Las principales dificultades se centran en identificar problemas y objetivos, generar alternativas, simplificar los problemas, valorar su forma de resolverlos, generalizar los aprendizajes y la baja autoconfianza.
Tratamiento
El tratamiento neuropsicológico de habilidades sociales tiene como objetivo general potenciar el nivel cognitivo de la persona, incrementar las habilidades sociales, controlar las conductas no adaptativas, aumentar la autoestima, generalizar los avances y, por tanto, mejorar la funcionalidad e independencia de las personas en sus actividades de la vida diaria.