Acompañamiento en la educación emocional de los niños y jóvenes
Las personas experimentamos una gran variedad de emociones que nos influyen en todo lo que pensamos, hacemos y decidimos. Las emociones tienen una importante función adaptativa que nos ayuda a prepararnos y responder ante las diversas situaciones de la vida. Gracias a las emociones, el ser humano ha llegado hasta nuestros días ya que, éstas, nos han dado una información valiosísima para mantener la supervivencia.
Es esencial pues que aprendamos a escuchar las emociones y entenderlas para beneficiarnos de la información que nos dan sobre nosotros mismos y nuestro entorno, así como aprender a manejar nuestras emociones adecuadamente para no vernos arrastrados por su intensidad. Este aprendizaje sobre las propias emociones es progresivo y complejo y hay que adaptarlo a cada edad ya que va de la mano del desarrollo de las capacidades cognitivas.
Cómo educar emocionalmente en la infancia y adolescencia
Hay que educar a los niños a reconocer sus emociones desde pequeños, para que aprendan que hay una palabra para cada emoción, para ampliar su vocabulario emocional y para que puedan detectar cómo y donde notan la emoción en el propio cuerpo. Con este aprendizaje básico los niños aprenden a identificar y expresar la emoción que sienten.
Poco a poco será importante que también entiendan qué les ha hecho sentir de esta manera y qué han hecho cuando sentían esa emoción, con el fin de ir comprendiendo cuáles son las causas y las consecuencias de estas emociones. Es muy importante dar valor a todas las emociones que sienten los niños, incluso las más desagradables, ya que es necesario que aprendan que todas son naturales, valiosas y nos dan información. Debemos permitir que experimenten la rabia, la frustración, la tristeza, la envidia, los celos... para que puedan conocerlas, aceptarlas y ayudarles a regular de forma socialmente adecuada.
Paralelamente a este aprendizaje hay que trabajar la comprensión de las emociones de los demás, detectar como se sienten otras personas, en qué momentos se sienten así, aprender a descifrar mejor la comunicación no verbal, entender su gestualidad, el tono, la expresión facial... y así comprender y relacionarnos mejor con los demás. Todos estos aprendizajes es necesario que se desarrollen con la guía de los adultos que acompañan el crecimiento de los niños: los padres, abuelos, maestros y otros adultos de referencia así como también a través de sus experiencias sociales.
Una vez han adquirido esta conciencia emocional básica podrán seguir construyendo el resto de competencias socioemocionales que habrá que ir adquiriendo a lo largo de la infancia y la adolescencia, como una mejor regulación de las emociones, aumentar la capacidad para comprender la relación que existe entre los pensamientos, las emociones y las conductas, desarrollar mayor empatía, dominar las habilidades sociales básicas y la capacidad de comunicarse asertivamente. También aprender a resolver conflictos con los demás, así como potenciar la propia autonomía personal, capacidad de autocuidado y autoestima. Todas estas habilidades les dará herramientas para gestionar los retos de su vida cotidiana.
Competencias emocionales
La educación emocional consiste en enseñar y acompañar en la adquisición progresiva de las diversas competencias emocionales, que se podrían englobar en las siguientes áreas:
Conciencia emocional: Capacidad de percibir con precisión las propias emociones, llamarlas correctamente y comprender también las de los otros, siendo hábiles en el lenguaje verbal y no verbal.
- Regulación emocional: Conocimiento sobre la relación entre la emoción, la cognición y la conducta, tener capacidad para expresar las emociones de forma socialmente adecuada, gestionar y regular la intensidad de las emociones, así como tener competencia para generar emociones positivas y de bienestar.
- Autonomía personal: Capacidad para la automotivación, desarrollar una adecuada autoestima, responsabilidad, resiliencia, capacidad para buscar ayuda y recursos y generar una actitud positiva.
- Inteligencia interpersonal y habilidades sociales: Capacidad para dominar las habilidades sociales básicas, mostrar respeto por un mismo y por los demás, comunicarse asertivamente, desarrollar el comportamiento prosocial y de cooperación.
- Solución de conflictos: Saber identificar los problemas, fijar objetivos realistas y adaptativos, solucionar problemas y tener capacidad de negociación.
Desarrollar estas competencias nos ayuda a tener mayor salud y bienestar personal y social. Además, las emociones mantienen una estrecha relación con los procesos cognitivos como la memoria, la atención, la concentración, la toma de decisiones... que son muy importantes en los procesos de enseñanza-aprendizaje. Por lo tanto, si dotamos a los niños y jóvenes de buenas competencias socioemocionales también los estaremos dotando de herramientas para mejorar sus aprendizajes académicos.
Acompañamiento terapéutico para el desarrollo emocional
A nivel terapéutico ayudamos en el correcto desarrollo de cada competencia emocional, para potenciar al máximo la adaptación del niño o joven en su entorno y en el desarrollo de su bienestar. Para ello utilizamos diversas técnicas y herramientas como por ejemplo la alfabetización emocional, el desarrollo de la atención, pautas de gestión emocional como la relajación, la respiración o el mindfulness, pautas de conducta con los niños o jóvenes, los padres y los maestros, el desarrollo de habilidades sociales y estrategias asertivas de comunicación, así como la detección y reestructuración de pensamientos, el desarrollo de la autonomía y seguridad personal y la generación de actividades agradables, entre otros.
Las sesiones de terapia permiten crear un espacio de reflexión y aprendizaje para ayudar a cada niño/a en aquellos aspectos emocionales en los que se ha detectado que tiene más dificultad.
Bibliografía:
- Bisquerra, R. (2002). Educació emocional: una proposta per al desenvolupament de competències per a la vida. Revista Catalana de Pedagogia, pp. 95-122.
- Ortega, M.C. (2010). La educación emocional y sus implicaciones en la salud. Revista Española de Orientación y Psicopedagogia, Vol. 21, Nº2, pp. 462-470.